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Este artículo está escrito por Álvaro G. Illarramendi, redactor de Cinéfagos.es

Han sido muchas –y buenas- las películas que, a lo largo de la historia del cine, y en los últimos años con especial intensidad, han abordado las complicaciones y desafíos de la edad adolescente desde una perspectiva realista ('Los juncos salvajes'), melodramática ('Rebelde sin causa' o la reciente 'The Spectacular Now') o crudamente desinhibida ('Ghost World', 'Napoleon Dynamite'). A esta última categoría, que suele centrar su foco de atención en quinceañeros de gustos o costumbres excéntricas, pertenece 'The Diary of a Teenage Girl', una de las revelaciones de la edición 2015 de Sundance que no logró finalmente nominación alguna a los Oscar, pese a la obtención de diversos premios en la conocida «carrera» que los precede (mejor ópera prima en los Independent Spirit Awards; nominación a mejor nuevo director en el Sindicato de Directores (DGA); mejor actriz en los Premios Gotham, etc.).

El olvido "académico"  de esta magnífica ópera prima resulta hasta cierto punto comprensible dada su notable heterodoxia (que, como bien sabemos, no es un rasgo distintivo de las películas mejor situadas en la carrera), pero su singularidad deriva precisamente de una característica fácil de apreciar y admirar: una brutal honestidad  en la aproximación cinematográfica (narrativa y formal) a la iniciación sexual. Sí, hay desde luego más películas recientes que han roto el gran "tabú"  desde una perspectiva principalmente cómica (la americana 'Supersalidos', la francesa 'Les beaux gosses'), pero el  desacomplejado compromiso con el que lo aborda la debutante (y muy prometedora) Marielle Heller se revela insólito. Porque, en efecto, hablamos de un filme con dirección y protagonismo femeninos, un enfoque poco frecuente y enormemente deseable que le confiere mayor importancia y distinción si cabe.

Las andanzas erótico-existenciales de la quinceañera Minnie Goetze, que sueña con ser dibujante de cómics (vocación para la que sus dibujos atestiguan  extraordinario talento) y cuya curiosidad por la vida y el placer supera a los infundados complejos de chica físicamente poco afortunada, articulan un relato que se desarrolla en los ambientes hippies y alternativos del San Francisco de los años 70, estupendamente recreado gracias a una notable atención a los detalles cotidianos. A consecuencia de la relación sexual que entabla con el novio de su madre, Minnie desarrolla un apetito de nuevas experiencias que la transforman en una adolescente insaciable y descontrolada. Este proceso de aprendizaje sexual y progresiva maduración psicológica, narrado en una sincerísima primera persona, se ilustra con los imaginativos dibujos de la protagonista, auténticas obras de arte en su atrevimiento y autenticidad, y no ahorra detalles escatológicos o explícitos que la corrección política habría aconsejado excluir.


La película es procaz, de un lirismo feísta, pero, sobre todo, genuino. Porque el gran mérito de Heller consiste en hacernos sentir como íntimamente real una experiencia que, por muy lejana que sea de la nuestra (y la de Goetze es sin duda extrema), se antoja infinitamente más creíble que la imagen que el cine acostumbra a dar del sexo y, en especial, de nuestros primeros escarceos, torpes, ansiosos o imprevisibles, con él.  Esa mezcla de urgencias e inquietudes que surgen del instinto, pero también del corazón, marcan nuestra entrada en la vida adulta con una magia que no puede ser idealizada, pero sí evocada, por filmes como el que nos ocupa.

Gran parte de la hazaña se le deba atribuir al sobresaliente electo actoral en el que se apoya Heller, liderado por la primeriza y deslumbrante Bel Powley, perfecta en el descaro e impertinencia, pero también conmovedora vitalidad, de una protagonista deseosa de descifrar los códigos secretos del cuerpo y del cariño. Tanto Kristen Wiig, como madre dulce pero descuidada, y Alexander Skarsgård, como amante infiel, cumplen sobradamente y demuestran ser perfectas elecciones de casting.

La película de Heller, que guarda interesante parentesco con la descacharrante 'The To Do List' (algo así como su reverso completamente cómico, aún inédito en España), entona un hermoso alegato, libre de cualquier moralismo,  a favor de la emancipación personal para explorar, disfrutar y comprender la vida. Perjudicada por una repentina tendencia a desacreditar lo indie, 'The Diary of a Teenage Girl' perdurará sin embargo como uno de sus mejores exponentes en los últimos años.

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