La nueva película como director de George Clooney llenaba dos de las salas más grandes del Scotiabank Theater, mucha expectación por ver 'Suburbicon' (que ya se presentó en Venecia la semana pasada), obra que ha guionizado junto a los hermanos Coen. Como era previsible (marca de la casa Coen) se trata de un thriller con constantes toques de comedia absurda y negra, ambientado en este caso en una familia de clase media en la América de los años 50 cuyas vidas cambiarán tras un extraño incidente. El brillante prólogo, con el cinismo propio de sus guionistas, da una fácil bienvenida al espectador, bienvenida que se irá difuminando conforme avanza en su metraje al tomar decisiones de guión excesivas e injustificables; el resultado será una película que funciona por momentos pero que deja un sabor bastante agridulce. Sí que es cierto que Matt Damon y Julianne Moore están espléndidos, pero hay algo en todo el conjunto que no termina de cuajar y, por otro lado, se va bastante por las ramas al introducir una trama paralela con la que se pretende trasladar (de forma fallida) una crítica social de hechos de los años 50 a la actualidad. Queridos directores, guionistas o cualquiera que meta mano en una película... ¡ya sabemos quién es Trump!
No sabemos quién entiende más de política, pero de sensibilidad nadie entiende más que el señor Sean Baker que, tras su paso por Cannes, nos regala 'The Florida Project', la historia de una niña que vive con su madre en un motel de carretera y pelean cada día por sobrevivir en un país donde se tiene todo o nada. Baker saltó a la fama por 'Tangerine', una película rodada íntegramente con un iPhone 5 que le puso en el ojo de la prensa y en la de los festivales internacionales que ahora impulsan este brillante trabajo. La sencillez de la historia y la capacidad del director para definir a un personaje en un sólo plano (pese a las pocas posibilidades espaciales que otorga un motel) es lo que convierten a 'The Florida Project' en una obra magna de la sensibilidad y en un precioso canto a la libertad; Baker tiene un don especial para convertir un relato crudo (que muestra una terrible realidad) en una fantasía infantil llena de luz y color que, ni mucho menos, banaliza esta parte dramática, pero sí contrarresta emociones y evita que la obra sea un melodrama barato que solo busca exprimir las lágrimas del espectador. El director pone énfasis en las rutinas de sus protagonistas y lo hace con una falsa e irónica idealización de la realidad que solo oculta el terror de la lucha por esta supervivencia. Para ello, convierte a los espectadores en otro de esos niños (de ahí el preciosismo de su obra) y, a medida que llegamos al clímax y la protagonista va descubriendo todo lo que esconde su vida, nosotros también nos damos cuenta y sufrimos con ella esa salida de lo bello e infantil hacia el mundo real, no sin antes hacer realidad ese sueño infantil que todos alguna vez hemos deseado alcanzar.
Cerraba el día viendo 'Mrs. Fang', el celebrado documental ganador del último Festival de Locarno, una morbosa y desagradable película que sigue las últimas horas de una anciana con alzheimer terminal. Conforme veía la película, la sensación de malestar crecía dentro de mi. La película deja un amargo poso que, más allá de la temática, me hace reflexionar sobre la moralidad del asunto. ¿Es ético filmar en plano fijo la cara de una mujer moribunda durante cuatro minutos? No puedo decir mucho más, pero (aunque la familia autorizase su realización) me pregunto si a cualquiera de nosotros nos gustaría que todo un planeta pudiese ver nuestra muerte como si se tratase de un documental sobre animales de la sabana.
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