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Cannes 2024: 'Grand Tour', el cine de autor más refinado

Por rodasons - 25/05/24 No hay comentarios


El portugués Miguel Gomes ha presentado en el certamen 'Grand Tour', un drama de época filmado en blanco y negro, exigente para el espectador. Dejarse llevar por este viaje sensorial es una de las mejores experiencias que nos ha dado este festival.


'Grand Tour': Miguel Gomes ha venido a por la Palma 


Ambientada en el sudeste asiático alrededor de 1918, la película sigue a un funcionario británico y su prometida, mientras esta sigue el rastro de quien rehuye de su compromiso. Hasta aquí, estaríamos ante un drama más o menos convencional, pero esto es una película de Miguel Gomes. Y si algo no es definitorio de su forma de hacer cine es la convención. El realizador nos va narrando la historia en un relato lineal, mientras las imágenes alternan la actualidad de manera documental con ficción histórica. Narrada en varios idiomas, que van cambiando según cruzan fronteras los protagonistas. Una referencia de esta forma de narrar la encontramos en el propio Gomes y su 'Tabú' (2012), película que funcionaba en la negación: no era una versión del clásico de Murnau, tampoco era una revisión traída a la actualidad de esta. Entre la hipótesis y la imaginación, la película era un compendio de historias que transcurrían en distintos momentos y lugares.


Para narrar esta historia simple de desencuentro amoroso, la cinta utiliza un aparato audiovisual complejo, en el que se alterna color y blanco y negro, saltando entre épocas y géneros. Para Gomes, el tiempo es un elemento plástico al que dar forma, eliminando la distinción entre pasado y presente. La actualidad entra en la película con imágenes de los distintos países que van recorriendo los protagonistas, aunque ellos no crucen la frontera temporal, quedando los protagonistas en su época. A su estructura, Gomes añade el cambio de narrador (dos voces, dos épocas). 


En la primera mitad de la cinta seguiremos a Edward (Gonçalo Waddington), quien, a punto de encontrarse con Molly (Crista Alfaiate) en Rangún, decide comenzar una huida desde Myanmar hasta China. La propia selección de Myanmar no parece casual, al tratarse de un estado que en 1918 se denominaba Birmania. Mientras Edward avanza en su viaje, el director alterna entre imágenes granuladas de esos lugares en la actualidad y recreaciones de época. Cuando la cinta avanza de 1918 a un karaoke filipino, en el que un cliente interpreta el My Way de Sinatra, es el momento de dejarse llevar por la película y sus imágenes. En la segunda mitad, la protagonista pasa a ser Molly, en un cambio de tono, más ligero, casi cómico, que puede desconcertar. Pero es una forma de transmitirnos lo perdida que está Molly,  que primero viaja con la determinación de lograr su ansiado encuentro con Edward pero que, según su salud se va deteriorando, comienza a ser consciente de lo que le rodea y va apreciando lo poderoso de su entorno.


La fotografía de la película tiene como responsables a Gui Liang, Sayombhu Mukdeeprom y a Rui Poças. Alternan granulados, color y formato, pero la decisión nunca parece un capricho. El uso de la música tampoco es casual, alternándose piezas clásicas como los valses de los Strauss con piezas más modernas, como la citada My Way. Y, por supuesto, no siempre se corresponde la época de las imágenes con la de la música que las acompaña. 


Al final, cuando el espectador se recupera del desconcierto inicial que tal amalgama de texturas y relatos le puede suponer, nos damos cuenta que lo mejor es hacer caso al monje japonés con el que se cruza Edward: "Abandónate al mundo y verás cómo te recompensa". Abandonarse al mundo de Gomes da al espectador la recompensa de la riqueza audiovisual de una película inclasificable. 

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