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Cannes 2024: Coppola y Arnold animan la Sección Oficial

Por rodasons - 18/05/24 No hay comentarios


Cuando ya empezábamos a protestar porque la Sección Oficial no despegaba, han llegado dos realizadores a darnos diferentes motivos para celebrar sus películas con entusiasmo.

 

'Megalópolis': Coppola siempre ha hecho lo que le da la gana


Primer contraste de la película ya en el título: una cinta cuyo título comienza con "Mega" y tiene como subtítulo "Una fábula". Es posible que fábula nos evoque un relato cuyas proporciones no se correspondan con lo que es esta nueva producción de Francis Ford Coppola. Y es ambas cosas: una fábula que relata la caída de un nuevo Imperio Romano moderno, de proporciones épicas. ¿O deberíamos decir "megaépicas"? A través de la figura del malvado patricio Catilina, quien se empleó con saña para derrocar la República, la película traslada a un mundo moderno el control de aristócratas delirantes y los conglomerados de empresas concentrados en sus manos. Desde el minuto uno nos queda claro que Coppola cree en aquello de que el hombre es más que capaz de tropezar con la misma piedra dos veces. 


Desde el principio queda claro para el espectador que, a través de esa visión de imperio en peligro que son los Estados Unidos actuales, estamos asistiendo a la interpretación apesadumbrada de la situación actual. Pero, con una ingenuidad que en algunos momentos roza lo infantil, Coppola echa manos de lo fantástico para mostrarnos un camino que no evoque directamente y sin freno al desastre. Y si algo diferencia esta nueva propuesta del realizador de otras obras igualmente ambiciosas pero consideradas menores dentro de su filmografía, es que la constante locura en la búsqueda de la vía de escape de dicho desastre conforma el sólido núcleo de la película. Construida como interpretación artística de la máxima de que "un mundo mejor es posible", Coppola tiene los medios, pero en algunos momentos, no la imaginación para concretarla en imágenes y argumentos sólidos y bien enzarzados. 


A través del personaje de Adam Driver, César Catalinia, Coppola construye a su alter-ego. Empecinado en salvar al mundo a través del arte y la ciencia, Driver pasa de momentos de estridencia a una intimidad sosegada. Personaje atormentado por su drama personal que ve en su familia el eslabón necesario para desencadenar la crisis social y económica más absoluta. A su lado, Aubrey Plaza y Nathalie Emmanuel dan vida al demonio y al ángel, respectivamente, que han contarnos el debate íntimo del héroe incomprendido que es César. Los tres defienden a sus personajes bien, pero quizás sea Plaza la que pareció tener más claro que sus personajes son superficiales y carecen de arco dramático potente. Driver es el caso contrario: intenta darle tanto sentido a su personaje que tienen más sentimiento y profundidad, pero cuya escritura resulta simple para tanto carácter. Sin embargo, dando vida al César íntimo es cuando podemos disfrutar del buen hacer del actor. Quien hace del exceso su virtud es Shia LaBeouf, quien interpreta a su personaje con el desapego necesario como para que la caricatura sea creíble.


La película tiene un diseño de producción tan fastuoso y decadente como la sociedad que lleva a la pantalla. Pero es en las escenas más multitudinarias, como la del Coliseo, que vemos las costuras de la película. Por el croma mal disimulado, el planteamiento y la construcción de los planos, ahí es donde la 'Megalópolis' pierde algo de su encanto. Coppola, como Driver con su personaje, se maneja mejor en las distancias cortas.



'Bird': tocata y fuga de Andrea Arnold


En 2021, el año en el que el festival se celebró el mes de julio, Andrea Arnold, presentó 'Cow', un documental sobre la vida en una granja vacuna. Con 'Bird', vuelve a la ficción, pero utiliza lo animal para introducir el elemento fantástico en la cita. Habitual retratista de lo marginal, en esta ocasión Arnold introduce esos elementos de huida que llevan a su cine a otro nivel. Más arriesgado como propuesta, claro. Y avancémoslo ya: funciona.


La película se desarrolla en Kent, donde Bailey (Nykiya Adams), una niña de 12 años no comparte la felicidad de su padre, Barry Keoghan, ante la inminente boda de este. Con hermanastros por parte de madre y un hermano por parte de padre, Bailey alterna el carácter de adolescente rebelde con un profundo sentido de la familia y su cuidado. En medio de ese caos, aparece Bird, a quien da vida Franz Rogowski. Su relación es casi desde el primer momento tan improbable como sólida. Dos almas que se reconocen en sus carencias y en sus necesidades. Bird busca a su familia de quien le separaron siendo niño y Bailey le ayudará. Una visita a casa de su madre muestra al espectador no solo la vida de una familia desestructurada, sino también las grietas por las que se cuelan la preocupación y la tristeza en la vida de la joven.


Arnold repite con Robbie Ryan como responsable de fotografía. Ryan filma con lentes vintage de 16 mm el caos de los interiores de las viviendas, las urbanizaciones y los negocios cerrados con una luminosidad más optimista de lo que cabría esperar. La película, rodada cámara en mano, se muestra más diáfana cuando es Rogowski quien protagoniza la escena. Según avanza la película también entendemos a Keoghan y su figura de padre, que lo fue en su adolescencia y que hacia el final de la película cuenta con una escena tan conmovedora como reveladora de lo que dicha paternidad significó y significa para él.


Arnold sabe cómo emocionarnos. Bailey hereda características de las protagonistas de 'American Honey' o 'Fish Tank', pero a través de Bird, el personaje, nos muestra un lirismo que no cae en lo ingenuo. Al final, vistas las dos películas y pensadas un poco, ambas reclaman la fantasía como la escapada de una sociedad enferma. Una desde la grandilocuencia, otra desde lo pequeño. Los resultados son tan dispares como las propuestas.

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