Este artículo está escrito por Emilio Doménech, director de Cinéfagos.es
En la película española 'Stockholm', un chico y una chica rondaban las calles de Madrid tras una noche de fiesta. Él trataba de convencerle a ella de que se había quedado prendado. El intenso toma y daca terminaba con chico y chica en la misma casa, aunque nunca les veíamos compartir cama. Había un salto temporal, fundido a negro mediante, desde el beso robado de la noche al despertar resacoso de la mañana. Y las decisiones que acababan ahí, tomadas todas por instinto, derivaban en un epílogo brutal en el que ella saltaba desde una azotea al vacío madrileño.
En 'Victoria', la ambiciosa película de Sebastian Schipper rodada en una sola toma, el fundido a negro no entra en la ecuación. Cada acción tiene su consecuencia; en la pantalla y en los personajes. Y cualquiera de las decisiones que se toman tienen implicaciones mucho más inmediatas en tanto que suceden en tiempo real. No hay respiro fuera del plano y si existe un descanso para los personajes es irreal porque no está en la pared iluminada; lo creamos nosotros al parpadear.
Victoria sigue los paseos berlineses, también a altas horas de la madrugada, de Sonne (Frederick Lau) y Victoria (Laia Costa), un chico alemán y una chica española que se conocen en una discoteca. Él está con unos amigos. Ella sólo habla un inglés muy básico y en apenas unas horas tiene que abrir la cafetería en la que trabaja. Está sola, pero se deja llevar por sus nuevos compañeros de juerga porque tiene ganas de pasárselo bien. Está en un país que no es el suyo. Ante la soledad del estar lejos de casa, cualquier atención es bienvenida.
La escena del piano, sin duda la mejor del filme, deja marca en el rostro de Sonne, que ve lo que le distancia de Victoria —su habilidad con las teclas constata que vienen de clases sociales muy diferentes— y lo que les iguala—ella está cobrando cuatro euros por hora tras abandonar una península de decepciones y él es un bala perdida que pasea Berlín con amigos que acaban de salir de la cárcel.
Son esas coyunturas que se acumulan y ponen peso sobre los protagonistas. Y al ser 'Victoria' un todo continuado, el desgaste es visible y sentido. Porque conforme los personajes toman decisiones, sus líneas argumentales derivan en resultados cada vez más catastróficos. La gasolina del plano secuencia se quema y la juventud de la que gozaban en esa discoteca inicial se escapa.
Sonne, Victoria y el resto corren, malgastan, festejan y, finalmente, enfrentan la pendiente. El precipicio, tal y como en 'Stockholm', es un vacío que llega de forma inesperada —para los personajes. Porque para los espectadores, para quienes el epílogo de 'Stockholm' se sentía como un cliffhanger precipitado, la caída en 'Victoria' es previsible; es un final coherente. Y el hecho de que la hostia del finiquito sea tan contundente confirma que la ambición de rodarlo todo de una tacada es un logro absoluto de Schipper, de Brandth Grøvlen y de todos los actores involucrados.
Vaya spoiler el de Stockohlm!! xD Menos mal que la he visto
ResponderEliminarJajajaja. Oopsi.
EliminarYo no la he visto y me he comido el spoiler.
EliminarGracias por contarme toda la película, que asco de crítica
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