Firma invitada: Adriana Izquierdo (@adriii)
Es un año particularmente musical en los Oscar. Dos de las nominadas,
'Tár' y 'Elvis', hablan de figuras musicales en busca de la
gloria que acaban sufriendo las consecuencias de la fama, la notoriedad, la
exposición y de sí mismos. 'Almas en pena de Inisherin' muestra la
música como vía de escape o de realización personal, y
'Los Fabelman' hace brillar la influencia creativa de una madre sobre
su hijo a través del piano. Y 'Babylon'… bueno, ¿qué es lo que no hay en
'Babylon'?.
Mirando la categoría de nominadas a mejor música original, destaca la
selección por la gran diversidad de estilos, tonos y técnicas. Algunas están
más presentes y tienen personalidad propia dentro de la película,
otras acompañan y brillan desde la sutileza. Alguna más melódica, otras más
atmosféricas; pero todas tienen algo en común: ninguna es la banda sonora de
Bear McCreary para 'Los Anillos de Poder'. Perdón, tenía que decirlo. Y tampoco ninguna es de una mujer, aunque poca sorpresa con esto.
'Sin novedad en el frente' (Volker Bertelmann)
Me chivan por el pinganillo que 'Sin novedad en el frente' ha ganado puntos
como la favorita para ganar la categoría de música original este año, premio
que seguramente genere polémica como suele pasar con este tipo de apuestas
que mezclan lo abstracto, caótico y atmosférico con una composición cercana
al diseño de sonido y sin demasiada narrativa interna.
Creo que es interesante en este caso retroceder hasta 1930, a la
oscarizada adaptación de Lewis Milestone. Aquella cruda, alienante y épica
producción carecía de música; el sonido en cine estaba recién estrenado y
el concepto de música original estaba aún en pañales. El traqueteo del
tren, los murmuros, las armas amartillando, los gritos, las bombas, la
percusión de unos soldados marchando o el mismo silencio antes de la
batalla formaban, de alguna forma, la banda sonora del horror de la
guerra. Sin melodías que subrayan emociones, sin fanfarrias patrióticas ni
leitmotivs melodramáticos.
Da la sensación que Volker Bertelmann se ha acercado a su trabajo en la
película de Edward Berger desde ese mismo lugar; desde el minimalismo y la
intención de evocar emociones muy básicas: terror y ansiedad. Esa sucesión
de tres notas que se repite a lo largo de la película evocan a las sirenas
de guerra, y aparece aquí y allá no sólo en los momentos de peligro,
trinchera y muerte; también en los momentos de manipulación, de aparente
reposo, o de esos despachos donde se juega con la vida de miles de
personas. Esa amenaza está siempre subyacente. El resto son, salvo algunos
violines dramáticos aquí y allá, notas disonantes, de atmósfera industrial
y percusión taladrante completan ese sonido de guerra; de caos y
confusión.
A estas alturas tenemos el músculo bélico cinematográfico entrenadísimo, y esta 'Sin novedad en el frente' se me antojó una amalgama plana de ya
vistos y subrayados, lustrosamente empaquetados con una fotografía
alucinante para fardar. Sentí esa estética estilizada fuera de lugar,
deshonesta para el relato; y en cierto modo la música de Bertelmann me
parece que juega a lo contrario. Hecha mi personal defensa, diré que escribo siempre estos párrafos
mientras vuelvo a escuchar las bandas sonoras, para inspirarme, y ahora
mismo me quiero arrancar las orejas.
'Almas en pena de Inisherin' (Carter Burwell)
Y hablando de arrancarse partes del cuerpo, vamos a la película sobre la
amistad basada en la célebre frase que dijo Joey Tribbiani: "No puede
caerme bien… es como una reacción química. Cada vez que se ríe tengo
ganas de arrancarme el brazo para tener algo que tirarle".
Martin McDonagh nos transporta a una isla remota donde impera el
aburrimiento; cada día es igual que el anterior y el tiempo pasa
lánguidamente. La historia está llena de gente que no se soporta, gente
irritada porque es consciente de una vida vacía, gente deprimida;
relaciones enquistadas, relaciones fingidas. Este pequeño universo de
introspección en el que los personajes se miran a sí mismos, o son
obligados a hacerlo, como Pádraic, tiene una atmósfera y un devenir de
fábula, pero de las chungas; de esas de los Hermanos Grimm con
amputaciones, pájaros que ciegan a picotazos y abuso infantil.
Carter Burwell plantea su música desde ahí. Sobre una modesta orquesta,
escuchamos destacados algunos instrumentos que evocan esa sensación de
fábula, de cuento de hadas oscuro. El peculiar timbre del arpa, la
flauta, la marimba, instrumentos que, como dice Burwell, se pueden
encontrar en una clase infantil, subrayan la simpleza e inocencia de
Pádraic, y le dan a la atmósfera un color de realismo mágico pero con un
punto inquietante.
'Todo a la vez en todas partes' (Son Lux)
Pasa una cosa cuando ves 'Todo a la vez en todas partes' y es que hay
muchos elementos a los que prestar atención. Es un relato espídico de
multiversos que juegan con distintos códigos cinematográficos; una comedia
surrealista y absurda con mapaches titiriteros, manos con dedos salchicha
y un bagel gigante. Pero detrás de todo eso, es una historia
fundamentalmente de emociones; de miradas, acciones y detalles que rebosan
empatía y corazón. La música se desmarca como la gran acompañante de todo
eso, es el pegamento entre todos los mundos que confluyen, es el sustento
de la edición y a la narrativa para darle fluidez a ese maremágnum de
tonos, géneros y lenguajes. El trabajo de Son Lux tiene espacio para hacer
homenajes (emulando lo que hacen los propios directores), y al mismo
tiempo se desmarca con una composición original y experimental que está a
la altura de la creatividad de los Daniels.
Saltamos con Evelyn de universo a universo, en un instante, y la música
tiene la capacidad de situarnos rápidamente en el plano emocional del
personaje a cada momento, sin importar que en los mismos 10 segundos
convivan el 'slapstick' y las emociones sinceras. Hablábamos en el especial de La Sexta Nominada de cómo parte del éxito de esta marcianada se basa en
cuánto se la creen todos los implicados, en la sinceridad que desprende; y
la música tiene un papel esencial en esto.
Son Lux han compuesto una banda sonora que tiene mucho de atmosférico que,
con su piano, el arpa, los sonidos agudos, los coros femeninos…, evoca una
sensación intangible, casi celestial a veces, como de fuera de este mundo;
como si se colara con Evelyn en los tejidos de la realidad y de los
multiversos. Es dulce, pero divertida. Es melódica y tiene temas
recurrentes, pero es experimental. Es aparentemente caótica pero muy
intencional. Qué pequeño milagro es esta película.
'Los Fabelman' (John Williams)
Steven Spielberg y John Williams llevan toda una vida trabajando juntos
y acompañándose en sus carreras, y hay cierto encanto en el hecho de que
quizá esta sea la última película en la que lo hagan. Spielberg hace
autoficción en una carta de amor al cine y a su familia, especialmente a
su madre, y Williams le acompaña de una forma que se siente delicada y
personal también para él.
'Los Fabelman' mezcla piezas clásicas para piano,
mayormente de Bach y Haydn, además de temas escritos para el cine de Max Steiner,
Elmer Bernstein o Alfred Newman, entre otros, que sirven a la vez de
homenaje y de banda sonora a esos fragmentos del joven Spielberg
experimentando con la dirección. La música original de Williams son
apenas 20 minutos de composición dulce y delicada, que acompaña la
mirada inocente y el sentido de la maravilla del protagonista (y su
madre).
Pianos, violines, guitarras… entonan melodías suaves y sentidas;
íntimas. No hay fanfarrias, no hay apenas ese viento metal tan
característico de la música más reconocible del compositor. Williams se
muestra aquí contenido, y no eleva ni magnifica. En esencia, este álbum
se siente como si Williams estuviera sentado al piano tocando una
melodía bonita mientras su amigo cuenta una historia.
'Babylon' (Justin Hurwitz)
Pasamos de lo íntimo, delicado y breve a lo extenuante, excesivo y desatado.
Damien Chazelle presenta en 'Babylon' un Hollywood salvaje, que exprime a
quienes trabajan en él mientras abre las puertas a la vida disoluta, un
Hollywood que por la mañana intenta adaptarse a esa cosa nueva que son los
micrófonos, y por la noche vive en la banda sonora de una fiesta. La música de Justin Hurwitz juega un papel dual en la
historia, funcionando muchas veces como música diegética al mismo tiempo que
está acompañando o condicionando las emociones del espectador. Además, es
interesante el juego que hace con los instrumentos y la producción de la
música, de tal forma que algunos temas evocan una orquestación moderna
mientras que otros emulan la calidad y textura musical de la épica.
Una vez más, Hurwitz nos presenta una música energética y vibrante, que bebe
del jazz y rezuma vida pero también caos, y se permite aquí y allá algunas
melodías más pausadas y sentidas para representar a Manny y Nellie (y que
recuerdan mucho a City of Stars de 'La La Land', por cierto).
Con todo, pienso que a la música le pasa lo mismo que a la película en su
conjunto: el exceso acaba resultando tan agotador como reiterativo. La
música es particularmente repetitiva, y aunque entiendo la ironía y el guiño
de unir 'Babylon' con 'La La Land' (y los deseos y ambiciones de sus
protagonistas) reciclando algunos motivos de la banda sonora de Mia y
Sebastian, reconozco que este ejercicio autorreferencial me sacaba todas y
cada una de las veces.
Ganará: 'Sin novedad en el frente'
Podría ganar: 'Babylon'
Debería ganar: 'Todo a la vez en todas partes'
Debería estar nominada: 'Living' o 'My Policeman'
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