Tras el impacto de 'Hereditary' (2018) y la perturbadora claridad de 'Midsommar' (2019), Ari Aster se convirtió rápidamente en uno de los nombres clave del nuevo terror psicológico estadounidense. Con 'Beau tiene miedo' (2023), dio un salto hacia el exceso narrativo y formal, una obra de culto instantáneo para algunos y un experimento fallido para otros. 'Eddington', su cuarta película, confirma lo que ya intuíamos: Aster no está interesado en repetir fórmulas, sino en llevar su cine cada vez más al límite.
Una distopía en espiral
'Eddington' se sitúa en un pasado no tan lejano en una ciudad media del interior de EE. UU. donde se ha ordenado el confinamiento y medidas estrictas (mascarillas, separación) a causa de la pandemia de la COVID. En ese contexto, Aster construye un relato sobre el miedo, la manipulación y el desconcierto colectivo que nos recuerda la parálisis social vivida durante la pandemia, sus efectos secundarios y cómo el vacío informativo fue capitalizado por los discursos más extremos.
En su primera mitad, la película se mueve con una tensión contenida. La comunidad observa, especula, murmura. Y el protagonista -el sheriff de la localidad, interpretado por Joaquin Phoenix, en uno de sus papeles más contenidos y vulnerables- intenta preservar la calma en un entorno que empieza a fragmentarse. A su alrededor, pequeños brotes de paranoia: teorías, creencias, estrategias de supervivencia. Un entorno con el que paulatinamente el protagonista se mimetiza de cada vez más.
Joaquin Phoenix: el hombre al borde del abismo
Phoenix domina el centro emocional del filme con una interpretación a medio camino entre la contención y la deriva. Hay algo profundamente humano en su personaje: alguien que intenta mantener la lucidez, al menos según sus propios cánones, mientras todo a su alrededor se disuelve. La cámara lo sigue de cerca, muchas veces en planos cerrados, reforzando la sensación de encierro mental y físico. A medida que la película avanza, el actor se va descomponiendo sin aspavientos, en un trabajo que recuerda su línea en 'The Master' o 'Joker', aunque más introspectivo que este último.
Pedro Pascal, en un papel más secundario, da vida al alcalde que, en aras del bien común, toma decisiones que algunos aprovechan para tildar de dictatoriales. Su presencia aporta calidez, y funciona como contrapunto a la figura de Phoenix. Más indescifrable, y corto, es el papel de Emma Stone, quien da vida a la esposa de Phoenix.
Estética de la desorientación
Uno de los aspectos más destacados de 'Eddington' es su fotografía, firmada por Darius Khondji, colaborador habitual de Aster. Hay un trabajo casi táctil con la luz, que va mutando desde los tonos apagados y terrosos del principio hasta el delirio lumínico de la última media hora. La textura de la imagen sugiere un mundo cada vez más contaminado, más irreal, donde el ojo -como el espectador- pierde progresivamente su capacidad de anclarse.
El montaje, igualmente preciso, contribuye a esa transformación. La película se entiende como una espiral: empieza con cortes largos, silencios, pausas… y termina con un frenesí visual que roza lo psicodélico. El guion, al igual que el ritmo, incrementa progresivamente su grado de histeria, dejando atrás cualquier lógica realista para entregarse a una acumulación de símbolos, giros y gestos extremos. Lo que comienza como una reflexión tensa y sobria termina en un clímax que es una cadena ininterrumpida de fuegos artificiales: visuales, narrativos y emocionales.
Por último, aunque 'Eddington' nunca se alinea con ninguna referencia concreta, su metáfora es nítida. El aislamiento físico de la comunidad se convierte en una excusa para hablar de cómo el miedo colectivo y la desinformación pueden ser instrumentalizados por discursos autoritarios. El relato recoge ecos de conspiraciones, rupturas sociales y demonización del conocimiento, dibujando un escenario donde lo irracional se impone como única salida. El desborde formal no reduce el impacto de la historia que Aster nos cuenta. Un resumen, en poco más de dos horas, de los eventos que conformaron los polvos que se convirtieron en los lodos que permean nuestra realidad actual.
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