Cada año los Oscars luchan contra su propia frivolidad intrínseca: convierten el arte en una competición, un concurso de popularidad que a veces recuerda más la mejor vestida que el mejor director, y a la vez reivindican causas en favor de los más desfavorecidos, los discriminados, los enfermos. Los seres humanos, en definitiva, que jamás pisarían una alfombra roja pero que nutren a los guionistas de extravagantes vehículos de lucimiento para que las estrellas más hermosas del planeta ganen más premios. El ciclo de la vida hollywoodiense.
Da la impresión de que cuando Matthew McConaughey recordó a todos los enfermos de SIDA al recoger su Oscar lo hizo porque "había que hacerlo". Su película ya era un emotivo recuerdo a los enfermos y su discriminación, realmente no era necesario darle solemnidad a su discurso de agradecimiento ante algo tan superficial como un premio Oscar. Tampoco hacía falta ese minuto de silencio que James Cameron pidió en conmemoración de las víctimas del Titanic después de gritar que era el rey del mundo. Simplemente no es el contexto adecuado, pero las estrellas carecen de la perspectiva suficiente para darse cuenta de lo incómodas y frívolas que resultan sus peticiones de justicia vestidos con trajes de 10 000 dólares.
El cine puede y debe contar la historia de los desfavorecidos, y sin duda hace más por la visibilidad de los discriminados que muchas campañas solidarias a pie de calle. El problema viene cuando la industria del cine disimula tan poco que las causas nobles, como todo en Hollywood, van por modas. "Lesbiana no me sirve, lesbiana es obsoleto. Lo trans es mucho más 2015" gritaba la productora del reality show de la serie 'Unreal'. Y no me extrañaría que hablen en esos términos en los estudios de Hollywood.
En 1993 Tom Hanks logró la primera victoria para un personaje homosexual en 'Philadelphia', y no había un solo ser humano en esa gala que no llevase un lazo rojo en la solapa. Me imagino a los publicistas de las estrellas repartiendo lacitos rojos antes de salir de la limusina. Nadie quiere ser portada por ser el único monstruo sin lacito rojo. Un par de años más tarde, ya nadie llevaba lazos rojos, aunque los enfermos de sida no se habían curado. Simplemente ya no era la reivindicación de moda.
El año pasado cada estrella tenía su propia reivindicación, pero estaba claro que si subías al escenario debías hacer justicia: Eddie Redmayne el ELA (la razón por la que todo el mundo se tiró cubos de agua helada de forma divertida y sexy durante el verano de 2014), Graham Moore, el guionista de 'The Imitation Game', contra el bullying y la homofobia, Patricia Arquette contra las mujeres mal pagadas (vitoreada por Jennifer Lopez, a la que debe importarle mucho), John Legend los asesinatos de negros a manos de policías blancos, Julianne Moore el ELA y el alzheimer. Hasta el punto de que cuando Alejandro G Iñárritu solo se agradeció el premio a sí mismo y no a los actores en paro, o a los esquizofrénicos, sentimos que a ese discurso le faltaba algo.
Las reivindicaciones deben estar siempre organizadas y pre-aprobadas, y por eso vetaron a Susan Sarandon y Tim Robbins cuando se salieron de guión para criticar el belicismo del gobierno norteamericano. Y por eso Barbra Streisand le dio el premio a la primera mujer en ganar Mejor Director. Y por eso Will Smith le dio el premio a '12 años de esclavitud'. A la Academia le gusta colgarse medallas en lugar de avergonzarse de no haberlo hecho antes. Pero aquel año tocaban los negros, independientemente de que muchos académicos ni siquiera habían visto la película.
Este año se cumplen 10 años de la derrota de 'Brokeback Mountain', recibida con semejante estupor y frustración que hoy sigue dando titulares, como Paul Haggis asegurando que él no habría votado a 'Crash'. Quienes sí lo hicieron fueron esos académicos que como Tony Curtis se negaron a ver 'Brokeback Mountain'. Diez años después muchos de ellos están muertos, así que las opciones de que el cine con personajes LGTB llegue a los Oscars más allá de categorías interpretativas son más probables.
Todos los ojos están puestos en 'Carol', de Todd Haynes. Un glamouroso drama de época que narra el amor entre una mujer madura casada (Cate Blanchett) y una joven empezando a vivir (Rooney Mara), que sin duda estará presente en los premios de la crítica pero cuya frialdad puede dejarle fuera de los Oscars.
'La chica danesa' ('The Danish Girl') describe la transformación de Einar Wegener en Lili Elbe, uno de los primeros transexuales conocidos de la historia. Dirigida por Tom Hopper ('El discurso del rey', 'Los miserables') y protagonizada por Eddie Redmayne, parece una propuesta clásica, amable y por tanto accesible sobre uno de los temas más importantes de este año: la sensibilización de la sociedad hacia el colectivo transexual y en contra de su discriminación. Además, la película pondrá en el mapa un conflicto habitual derivado de la transformación de sexo: la identidad de género y la orientación sexual son dos cosas distintas que no necesariamente han de ir unidas. Caitlyn Jenner y Lana Wachowski son ejemplos de hombres cuyo sexo fue reasignado pero se sienten atraídos por mujeres.
'Stonewall' es más oscarizable y también está recibiendo atención, pero no la que le gustaría. La película de Roland Emmerich ('Independence Day') sobre las revueltas del colectivo gay en 1969 está siendo víctima de un boicot por sustituir (presuntamente) a transexuales negros por gays blancos guapísimos. La Academia no necesita más acusaciones de ranciedad y conservadurismo así que podemos descartarla como aspirante.
'Freeheld' era el plan B de Julianne Moore. Si 'Siempre Alice' no le daba el Oscar, sin duda lo haría este drama de juicios en el que encarna a una policía enferma de cáncer que lucha por dejarle pensión de viudedad a su novia, intepretada por la militante en la vida real Ellen Paige. Un punto de partida quizá demasiado televisivo para llegar más allá de un par de nominaciones interpretativas y guión.
Y luego está 'About Ray'. Elle Fanning interpreta a una adolescente que decide iniciar el proceso de transformación para convertirse en un hombre. Su madre (Naomi Watts) y su abuela lesbiana (Susan Sarandon) la apoyarán en el proceso. Un sólido reparto femenino, lo bien que quedarían nominadas Fanning y Sarandon y lo tendencia que es ahora mismo la lucha contra la transfobia convierten a 'About Ray' en una de las películas de la temporada. Para llegar a los Oscars, solo necesita el empujoncito de dos palabras: Harvey Weinstein. Harvey vio cómo no utilizar la carta de mártir gay hundió las opciones de victoria de 'The Imitation Game' y no va a dejar que vuelva a pasar.
Sea por los motivos que sea, si estas cuatro películas llegan lejos significará que la marginación de los personajes LGTB que aún protagoniza noticias casi a diario es un poco menor, al estar presentes en lo que millones de personas consideran un reflejo aspiracional de la vida real. Mucha gente las verá solo por estar nominadas al Oscar, y su victoria les daría una trascendencia para la posteridad que reforzaría la batalla por la completa aceptación y normalización del colectivo LGTB.
"En 1993 Tom Hanks logró la primera victoria para un personaje homosexual en 'Philadelphia'.
ResponderEliminarWilliam Hurt ya ganó un Oscar en 1985 por hacer de homosexual en "El beso de la mujer araña"
Pocas veces comento en esta página, pero este artículo lo lo vale para felicitar al redactor. Gran trabajo. Siempre se agradece una perspectiva diferente y éste tema en particular pocas veces es tratado por las páginas de cine.
ResponderEliminar10 años despues del 2005 una reinvindicacion de la academia con esta tematica seria interesante ya que la grandiosa Brokeback Mountain no gano por que la academia no tenia los huevos para premiarla mas bien esperaria que si se reinvindican esperaria que sea con una buena pelicula que este a la altura de Brokeback Mountain.
ResponderEliminarCuanto quisiera que nominaran a Ellen Faning es tan linda ojalas que sorprenda ❤!!!
ResponderEliminarUna mujer Fantástica.
ResponderEliminarVictorias, ahora, hay por todos lados. Y aún faltan más.